Callaba. Que ni se me ocurriese pronunciar ni una sola palabra. Sería golpeada, herida, machacada. Cualquier sonido tan pronto como saliese, impactado quedaba. Lo peor no era eso, sino la evidencia de lo que pasaba. Cardenales, moratones, arañazos. Grandes raciones de maquillaje. A pesar de eso, mis ojos expresaban. No podía acallarlos. Por eso me los arrancó, sin sobresaltos…

Terrible, Raquel, pero conciso y directo, casi como un puñetazo que abre los ojos. Me ha encantado, si es que se puede usar esta palabra ante un tema tan preocupante como la violencia de género.
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