Por algún motivo me dirigía hacia él. Ese precipicio no estaba tan cerca de mí, pero algo me atraía. Tengo vértigo. Y miedo. No sé por qué habría de caerme. Tú estabas a unos centímetros, mirándome impasible. Al final me resbalé e intenté sujetarme con las manos al borde de ese gran abismo. Te miré asustada. Mi mirada te imploraba ayuda. Sin embargo, tú te reías. No sé de dónde saqué las fuerzas. Con mucho esfuerzo logré subirme e incorporarme. Alejarme de ese barranco. Continuamos como si nada. Nadie dijo nada. Ninguno de los dos sentía nada.
Afortunadamente, me desperté.
Tan solo era un sueño.