Manos frías, callosas, acariciaban mi cuerpo. Dedos sucios con afiladas cuchillas me cortaban la piel. Lo rechazaba y, al mismo tiempo, me aliviaba una y otra vez. La muerte me seducía como seduce un amante a su víctima.

Manos frías, callosas, acariciaban mi cuerpo. Dedos sucios con afiladas cuchillas me cortaban la piel. Lo rechazaba y, al mismo tiempo, me aliviaba una y otra vez. La muerte me seducía como seduce un amante a su víctima.